sábado, 6 de diciembre de 2008

OFENSIVA EN EL OESTE.





En un mes y medio, entre el 10 de mayo y el 22 de junio de 1940, las Fuerzas Acorazadas alemanas desbarataron por completo los planes estratégicos aliados e inflingieron a Francia, Bélgica, Holanda y al Fuerza Expedicionaria Británica una derrota total.

La situación tras la campaña de Polonia.
El Plan Amarillo.
Manstein ofrece un plan de ataque alternativo.
El Plan Manstein en detalle.
Premisas del Plan Manstein.
Compases iniciales de la batalla: La invasión de Bélgica y Holanda.
Compases iniciales de la batalla: el paso del Mosa
Desenlace de la batalla: Dunkerque.
La Batalla de Francia.
El armisticio franco-alemán.



La situación tras la campaña de Polonia

Solamente después de terminar la campaña contra Polonia, y una vez rechazada la oferta de paz proclamada por Hitler el 6 de octubre en el Reichstag a Gran Bretaña, comenzaron los preparativos para lanzar una nueva Blitzkrieg en el Oeste de acuerdo con su Directiva nº 6 emitida 9 de octubre de 1939.

Nada había sido planeado previamente puesto que Hitler esperaba que la situación se resolviese de manera similar a como se desarrolló con Checoslovaquia. Desde luego no esperaba que Francia y Gran Bretaña cumpliesen sus compromisos con Polonia y que tras la invasión se desencadenase la guerra con ambas potencias.

Inicialmente la ofensiva en el Oeste estaba planeada para que se desarrollase en noviembre de 1939, de cara a no dar más tiempo para preparar la defensa al enemigo. Hitler se sentía moderadamente seguro de no comprometerse en una guerra de dos frentes merced al pacto de no-agresión con la Unión Soviética.

Mientras tanto, las tropas rusas habían ocupado la parte de Polonia acordada en la claúsula de reparto firmado en el pacto germano-soviético y los Estados bálticos. El 30 de noviembre atacaron Finlandia. Esta guerra ruso-finlandesa provocó cierta inquietud en los mandos alemanes que no se fiaban demasiado de la amistad con los rusos.

Desde el mes de octubre de 1939 hasta la gran ofensiva alemana de mayo de 1940, las tropas francesas y alemanas van a permanecer en sus posiciones que bordean la frontera, limitándose a realizar algunos golpes de mano y escaramuzas, y manteniéndose unas y otras en posición defensiva.

Estos nueve meses de "tregua" corresponden a esta guerra de chiste (drôle de guerre para los franceses, komische krieg para los alemanes, funny war para los británicos).

Sin embargo, las intenciones militares de los dos beligerantes están lejos de corresponder a esa definición.

1. Del lado francés: el alto mando, que cree en el valor de la Línea Maginot como en un dogma militar absoluto, espera firmemente un ataque alemán que, según él, será rápidamente anulado.

2. Del lado alemán: Hitler, con el estímulo de sus victorias en Polonia, proyecta una guerra del mismo tipo en Francia.

La fecha de la ofensiva general es cambiada repetidas veces por Hitler: el 7, el 9, el 13, el 16, el 20 de noviembre; después, el 4, el 6, el 12 de diciembre. Pero la lluvia sigue cayendo a mares, y Hitler aplaza su ofensiva sine die.


El plan Amarillo

El plan de ataque alemán en el Oeste, Fall Gelb (Plan Amarillo), en su concepción original era un calco del plan seguido en la I Guerra Mundial, el Plan Schlieffen, aunque con algunas variantes tácticas debidas a la existencia de la Línea Maginot.
Plan Schlieffen, 1914

El General Alfred von Schlieffen antiguo jefe del Estado Mayor del Ejército alemán desde 1891 hasta 1906, había propuesto a principios de siglo atacar Francia por el flanco derecho, avanzando por la costa del Canal de la Mancha y cruzando el Somme para luego caer al Oeste de París y cercar al ejército francés, obligándolo a capitular.

Aunque el plan obtuvo algún éxito en los primeros compases de la guerra, la ofensiva fue perdiendo fuerza y finalmente se detuvo en el Marne originando una guerra de desgaste frente a una de movimientos.

Descartado totalmente un asalto frontal contra la Línea Maginot, y cualquier incursión por la poco fortificada región de las Ardenas por considerarse poco propicia para el paso de infantería y blindados, el O.K.W. había propuesto lanzar el ataque principal por el ala derecha, a través de Holanda y el Norte de Bélgica.

Según el orden de operaciones del 29 de octubre, el plan era el siguiente:

Al Norte el Heeresgruppe B (Generaloberst Fedor von Bock). Compuesto por 4 ejércitos, debía lanzar el ataque principal con 43 divisiones (diez de ellas acorazadas). De Norte a Sur, el 18º Armee entraría en Holanda, el 6º Armee atacaría al Norte de Lieja en dirección Bruselas, y el 4º Armee atacaría al Sur de Lieja hasta llegar a la línea del Somme y la costa del Canal de la Mancha. El 2º Armee quedaría inicialmente como reserva móvil.

En en Centro el Heeresgruppe A (Generaloberst Gerd von Rundstedt). Compuesto por 2 ejércitos debía cubrir el flanco Sur del Heeresgruppe B avanzando a través de las Ardenas hacia el Mosa con 22 divisiones. El 12º Armee avanzaría a través del Sur de Bélgica y Norte de Luxemburgo cruzaría el Mosa en Fumay y seguiría hasta Laon estableciendo una línea defensiva para proteger el avance del Heeresgruppe B. El 16º Armee algo más al Sur en Luxemburgo avanzaría hasta el Mosa y establecería posiciones defensivas frente a la Línea Maginot al Sur de Sedan.

Al Sur el Heeresgruppe C (Generaloberst Ritter von Leeb). Compuesto por el 1º y 7º Armee se quedaría a la defensiva frente a la Línea Maginot con 18 divisiones.

Plan del O.K.H. - 1940

El objetivo principal del plan era la derrota de los Aliados en Bélgica y la ocupación de los puertos y bases de la costa del Canal, al norte del Somme, que proporcionarían bases a la Luftwaffe para poder continuar la guerra contra Francia y Gran Bretaña en unas condiciones más favorables. Únicamente después de haber conseguido este primer objetivo, el O.K.W. decidiría si continuar la ofensiva o pasar a la defensiva.


Manstein propone un plan alternativo

Naturalmente no todos compartían la misma idea, el Generalleutnant Erich von Manstein se opuso a la idea de lanzar el ataque principal por el ala derecha e ideó un plan alternativo.

En primer lugar rechazó por completo la idea de una victoria parcial mediante un ataque lanzado por el flanco derecho, ya que repitiendo la misma estrategia que en 1914 se perdía el factor sorpresa. Manstein advirtió también que era imposible obtener una victoria total mediante un único y poderoso golpe, dado el gran número de fuerzas de las que disponía el enemigo.

Si se quería una victoria decisiva habría que dividir el ataque en dos fases. En la primera habría que destruir el ejército Aliado en Bélgica dejando así el camino libre para una segunda fase en la que Francia que quedaría a merced de la Wehrmacht. Para Manstein, la única forma de destruir por completo al ejército Aliado en Bélgica era transfiriendo el peso principal del ataque al Heeresgruppe A, que debería lanzar un ataque sorpresa por el ala izquierda a través de la boscosa región de las Ardenas en el sur de Bélgica.
Plan Manstein, 1940

Para ello el Heeresgruppe A debería de ser dotado de tres ejércitos en vez de dos, además de fuertes elementos acorazados. El 12º Armee cruzaría Bélgica y se dirigiría hacia la costa del Canal atrapando a las fuerzas enemigas enfrentadas al Heeresgruppe B por la retaguardia. El 2º Armee cruzaría el Mosa y se dirigiría hacia el Suroeste para hacer frente a cualquier contra ofensiva aliada contra el flanco Sur.

Por último el 16º Armee tomaría posiciones frente al norte de la Línea Maginot.

A comienzos de noviembre el O.K.W. comenzó a recibir las primeras noticias sobre el nuevo plan, aunque no se mostró de acuerdo con la idea. La decisión sobre la fecha y forma definitiva del ataque se aplazaba constantemente y más aún cuando comenzó el mal tiempo, que interrumpió las operaciones de la Luftwaffe y empeoró el estado del terreno.

El 10 de enero de 1940 un avión de la Luftwaffe quedó desorientado y aterrizó en la neutral Bélgica, el piloto llevaba consigo el plan original del ataque Oeste (basado en el Plan Schlieffen) que fue capturado por los aliados. Aún así, el orden de operaciones permaneció inalterado. La insistencia de Manstein en su propuesta le costó el puesto y a comienzos de febrero el O.K.W. le confió el mando del 38ºArmee-Korps en un intento de deshacerse de la molestia. El 17 de febrero de 1940 Manstein fue llamado a Berlín, donde tuvo una entrevista con Hitler y pudo exponer su punto de vista.


El plan Manstein en detalle

Hitler se mostró muy interesado y completamente de acuerdo con el nuevo plan. El 20 de febrero, Hitler ordenó el establecimiento de un nuevo y definitivo orden de operaciones de acuerdo con las ideas de von Manstein. Finalmente el 24 de febrero, en una reunión celebrada en Berlín con todos los jefes de los ejércitos del frente del Oeste presentes, el Oberbefehlshaber des Heeres Walter von Brauchitsch daba a conocer las nuevas intenciones:

"La situación en el frente del Oeste ha cambiado radicalmente. Ingleses y franceses tienen preparada una fuerte defensa contra un ataque alemán a través de Bélgica. Documentos que han sido probablemente perdidos en el accidente aéreo ocurrido en Bélgica revelaron los planes. El Führer ha decidido por lo tanto que el ataque principal y concentrado lo de el Heeresgruppe A en vez de las tres puntas de lanza planeadas anteriormente. Para asegurar uniformidad en la acción del punto de ataque principal, se moverá el 4º Armee del Heeresgruppe B al Heeresgruppe A. El Heeresgruppe B mantiene el objetivo de ocupar Holanda, rompiendo a través de las fortificaciones fronterizas belgas, atrayendo el máximo número de fuerzas enemigas hacia él".

En detalle, las órdenes eran las siguientes:

El Heeresgruppe B, al mando del Generaloberst Fedor von Bock, cubriría el flanco Norte. El 39º Panzer-Korps de Schmidt, con la 9ª División Panzer en vanguardia, actuaría en el Sur de Holanda. El 16º Panzer-Korps de Hoepner (3ª y 4ª Panzerdivisionen), cruzaría el Mosa en Masstricht y avanzaría hacia el area de Gembloux, a lo largo de la línea del Mosa y el Sambre, cubriendo así el avance principal del Panzergruppe Kleist más al Sur y evitando dirigirse hacia Bruselas donde, posiblemente, encontraría una más dura resistencia.

En el centro el Heeresgruppe A, al mando del Generaloberst Gerd von Rundstedt, llevaría el peso principal del ataque en el sector de las Ardenas. El 15º Panzer-Korps de Hoth (5ª y 7ª Panzerdivisionen), debía dirigirse hacia el Mosa y cruzarlo en Dinant. El Panzergruppe Kleist (41º y 19º Panzer-Korps), algo más al Sur, se dirigiría también hacia el Mosa. El 41º Panzer-Korps de Reinhardt (6ª y 8ª Panzerdivisionen), lo cruzaría al norte de Mézierès, y el 19ª Panzer-Korps de Guderian (2ª, 1ª y 10ª Panzerdivisionen), en Sedán.

El Heeresgruppe C, situado al Sur hasta la frontera suiza, al mando del Generaloberst Ritter von Leeb, tenía la misión de esperar situado en posición defensiva frente a la Línea Maginot con el 1º y 7º Armee.

Plan Manstein, 1940

La Luftwaffe tendría un papel fundamental en el ataque, y al igual que en Polonia, después de atacar los aeródromos enemigos procedería a apoyar directamente a las tropas de tierra. Se lanzarían tropas paracaidistas sobre la retaguardia enemiga, en Holanda, con la misión de tomar los principales puentes, y en Bélgica se atacaría el Fuerte de Eben Emaël.

La Kriegsmarine por su parte no actuaría prácticamente en la operación y sólo mandaría algunos de sus U-Boote (submarinos) y lanchas torpederas al Canal de la Mancha.


Premisas del Plan Manstein

El éxito de la operación residía en la velocidad con la que los blindados alcanzasen el Mosa y de cómo reaccionasen los Aliados en un principio. Una vez que las cabezas de puente al otro lado del Mosa estuviesen consolidadas, se darían ordenes de avanzar hacia el Canal de la Mancha, efectuando un "movimiento en hoz" hacia el Norte.

Para ello se presuponían las siguientes condiciones:

1. Los blindados debían constituir cuerpos autónomos y librar sus combates sin preocuparse de las divisiones de infantería, que los seguirían a distancia y ocuparían y cosolidarían el terreno conquistado.

2. Dado que todo ataque supone una preparación de artillería, y que un avance rápido de los blindados impide la utilización de la artillería clásica (que no puede ser llevada a tiempo sobre el terreno), debe ser la aviación, utilizada en masa, la que se encargue del bombardeo intensivo de las líneas enemigas y de desorganizar sus comunicaciones.

3. Por último, un ataque rápido requiere la presencia física de los jefes a la cabeza de sus ejércitos; al contrario de lo que sucede en Francia (puestos de mando alejados del frente, a la moda de 1914-1918; Pétain, por ejemplo, mandó la batalla de Verdún instalado en Bar-le-Duc, en casa de Madame Varin-Bernier).


Compases iniciales de la batalla: La invasión de Bélgica y Holanda

El 10 de mayo por la mañana, los ejércitos del Grupo B (Von Küchler y Von Reichenau), formados por diez divisiones acorazadas, 135 divisiones de infantería y apoyados por la fuerza aérea, penetran en Holanda y en Bélgica.

El general Sponeck, jefe de las Fuerzas Especiales alemanas, con un batallón paracaidista y dos regimientos aerotransportados, asaltó La Haya e intentó, infructuosamente, capturar al gobierno holandés.

Simultáneamente, la Luftwaffe arrasó Rotterdam, el principal nudo de comunicaciones, mientras la Wehrmacht atravesaba la frontera holandesa, haciendo que la confusión se apoderara del país.
Francia 1940: Panzer I en pleno avance.


Los puentes de Rotterdam, Dordrecht y Moerdijk eran paso obligado de la principal ruta hacia el Sur. Sobre ellos saltaron cuatro batallones paracaidistas y un regimiento aerotransportado.

Los holandeses no lograron volar estas vías y los alemanes, rápidamente, las ocuparon.

Una división de infantería enlazó sólo tres días después con la avanzada paracaidista para consolidar la posición. La flota mercante holandesa huye y se refugia en puertos británicos.

El 6º Ejército alemán, al mando del general Walther von Reichenau, recibe la orden de invadir Bélgica. Para ello se debe cruzar primero el Canal Alberto. Los belgas esperan con los puentes principales listos para ser volados a la menor alarma. Un batallón aerotransportado fue lanzado sigilosamente tras las líneas belgas. Los alemanes capturaron por sorpresa los puentes antes de que fuesen volados.

Quedaba aún otro obstáculo por salvar: el Fuerte de Ben Emael. El fuerte, considerado como "inexpugnable" es una fortaleza de hormigón armado de 700x900 metros de lado, con 35 casamatas de artillería e infantería cubriéndose mutuamente y rodeada de fosos artificiales y obstáculos naturales. El Fuerte de Ben Emael domina el área del Canal Aberto, el Mosa y el Canal Stich en dirección a Maastricht y protege los estratégicos puentes de Vrohenhoven, Veldwezelt y Canne. Los grandes cañones de Ben Emael alcanzan hasta Maastricht y Lieja y pueden batir cinco carreteras de primer orden en su sector.

El 10 de Mayo, 85 comandos aerotransportados fueron lanzados desde once silenciosos planeadores de carga tipo TSS 230 sobre el mismo techo de la fortaleza armados con 50 kilos de explosivo de carga hueca capaz de hacer saltar planchas blindadas de 250 mm. El objetivo era destruir los puntos y cañones principales del fuerte. La maniobra sorpresa, para la que los comandos se entrenaron secretamente en maquetas a escala en Alemania, salió a la perfección. Los 1.200 soldados belgas que guarnecían el fuerte fueron hechos prisioneros. El camino a Francia quedaba expedito para las divisiones Panzer.


Compases iniciales de la batalla: el paso del Mosa


El 12 por la tarde, mientras se libran duros combates desde Amberes hasta Namur y nada se mueve detrás de la Línea Maginot, los carros de combate del general Guderian (1º, 2º y 10º Panzer) nan cruzado sigilosamente el espeso macizo de las Ardenas y se encuentran apostados en el bosque de Sedán.

El 13 de mayo a las 16 horas, Guderian lanza el asalto contra el Mosa. Los Panzer machacan las comunicaciones y posiciones francesas desde la orilla opuesta apoyados por la Luftwaffe. Entretanto, el general frances Huntziger está en su puesto de mando de Senac, a 50 km del frente.

Tras una fuerte preparación artillera y bombardeos a cargo de los Stukas y Do 17, los alemanes echan primeros botes de goma al agua. Tras las lanchas hinchables van las barcazas y transportes de vehículos. A las 19 horas, el regimiento de asalto Grossdeutschland alcanza la famosa cota 147, que es el objetivo previsto por el Führer.

Poco más tarde, todo el ala derecha del II Ejército francés huirá, presa de un pánico generalizado, en un "sálvese quien pueda" encabezado a veces por los oficiales superiores. Se huye ante el empuje de los Panzer y ante el bombardeo de los Stukas, que "pican" con un silbido infernal, pero todavía no ante el grueso de la infantería enemiga, que aún no ha llegado.

Simultáneamente, la 7ª Panzerdivision del general Hoth -mandada por el general Rommel- ha hundido el ala izquierda del IX Ejército del general Corap, casi sin preparación aérea. En el lado francés reina la confusión y la falta de coordinación. No funcionan las comunicaciones por radio ni los correos personales. El general Corap ha perdido la visión de conjunto de todo un frente que comienza a desmoronarse.

El 13 de mayo, hacia la medianoche, el general Gamelin -jefe supremo de las fuerzas armadas francesas- recibe las primeras noticias en su puesto de mando de Vincennes: "Se trata de un lío bastante serio por el lado de Sedán".

En la noche del 13 al 14 de mayo, los jefes militares (los generales Georges, Huntziger y Billette) no se preocupan -como podría creerse- de reforzar la zona de operaciones del IX Ejército, sino de proteger la Línea Maginot, con el temor de que pueda ser cercada. En lugar de enviar reservas a Corap, éstas se dirigen hacia Huntziger o hacia Blanchard (para proteger el acceso clásico de Gembloux).

En la mañana del 14 de mayo de 1940 la batalla del Mosa está decidida. Todo se ha desarrollado conforme al plan alemán. El movimiento en hoz puede irse cerrando a espaldas del grueso de las fuerzas francesas.



Desenlace de la batalla: Dunkerque

Entre el II Ejército, que se repliega hacia el este, y el IX, que se repliega hacia el oeste, los Panzer profundizan el 14 y el 15 de mayo, después de aprovechar las cabezas de puente establecidas por Guderian y Rommel.

El avance de los blindados es extremadamente rápido. El mismo Rommel, al mando de la 7ª Panzerdivion, avanzaba con su carro en vanguardia, penetrando en el despliegue enemigo e impartiendo órdenes según lo observado. Pero el aislamiento de los Panzer no es peligroso pues ante ellos sólo existe un inmenso ejército en desbandada del que no se teme ningún contraataque.

Un ejemplo: el general Bruneau, que manda la 1ª División acorazada y que cuenta con 200 carros y 7.000 soldados de élite, recibe la orden de atacar a Rommel por el flanco; busca a su superior jerárquico antes de actuar, y no lo encuentra. Aunque lo hubiera encontrado, tampoco habría podido hacer nada: no sabía ni dónde estaban los depósitos de gasolina para alimentar a sus tanques.

Sólo el general francés Charles de Gaulle contraatacó con su regimiento blindado, replegándose al poco tiempo acosado por los bombardeos de los Stuka.

El General von Kleist, asustado por la audacia de sus subordinados, ordenó detener el avance, aunque Guderian, en una airada conversación telefónica, logró la autorización para marchar durante otras 24 horas. Avanzó con tal rapidez que, de nuevo, el Alto Mando alemán se asustó ante la posibilidad de un contraataque por el flanco. Hitler ordenó detener la ofensiva pero Guderian logró nuevamente que se rebatiese la orden.

El mariscal de campo lord Gort, jefe del Cuerpo Expedicionario Británico, indica a su gobierno la posibilidad de retirarse a Dunkerque. Recibe por respuesta la orden de internarse en Francia y romper el cerco alemán. En el lado francés, Gamelín es sustituido por Weygand, que toma el mando el día 19 de mayo. Éste, anclado mentalmente en 1918, no alcanza a comprender qué está ocurriendo.

El 20 de mayo, Guderian alcanza el Canal de la Mancha, cortando las comunicaciones entre los Aliados y los belgas. Los británicos comprueban en Arrás que un contraataque es imposible y comienzan a replegarse a la costa.

La mayoría de las tropas Aliadas se retira hacia el campo atrincherado de Dunkerque, donde una flota británica se apresta a repatriar a los combatientes a Gran Bretaña. El día 23 de mayo, los alemanes están en Gravelines, a 15 km. de Dunkerque. La maniobra de embolsamiento ha concluido atrapando en su interior a los Aliados.

En ese crucial instante Hitler ordena a sus tropas detenerse. El Führer se ha dejado convencer por Göering, que deseoso de gloria personal, propone "que descansen las unidades Panzer" asegurando que la Luftwaffe se bastaría por sí misma para aniquilar a los Aliados en retirada. Los generales al mando de las tropas blindadas, decididos a aplastar al Cuerpo Expedicionario Británico en una maniobre de "yunque y martillo" formada por los Panzer en un extremo y la Infantería en el otro, claman en vano.

La evacuación es autorizada por Londres el día 27. El Ejército belga se derrumba. Para proteger el embarque de tropas, amenazado por la Luftwaffe e infantería alemanas, Gran Bretaña emplea su fuerza aérea. Esta gigantesca batalla aérea, comenzada el 28 de mayo,llega a su fin el 4 de junio. La R.A.F. derribó 140 aviones alemanes y perdió 106 aparatos. La fanfarronería del máximo responsable de la Luftwaffe ha salvado al Cuerpo Expedicionario Británico de la total aniquilación.

Al amanecer del día 4 de junio de 1940, cuando el último barco Aliado deja tras de sí las playas, sembradas de cadáveres y material destruido, se han conseguido evacuar a 338.662 combatientes entre oficiales, suboficiales y tropa, entre ellos a 123.095 franceses.

Los restantes 40.000 soldados franceses, al mando del general Fagalde, cayeron prisioneros de los alemanes. El destino de Francia quedaba sellado.

Hitler ha ganado. Puede anunciar al mundo que ha destruido 75 divisiones, y capturado, herido o muerto a 1.200.000 enemigos, mientras que las pérdidas alemanas son mínimas (muertos: 10.255; heridos: 42.523; desaparecidos: 8.643.


La Batalla de Francia

Culminada con éxito la primera fase de la operación, se trata ahora de invadir Francia. Hitler ya piensa en París.

Francia cuenta aún con 70 divisiones propias, 5 británicas y 2 polacas. Al norte de París se establece un segundo frente, que aprovecha los cursos del Caen, el Aisne y algunos canales, hasta llegar al extremo de la Línea Maginot.

El plan alemán es el siguiente:

El Heeresgruppe B (Von Bock) debe romper el frente del Somme y penetrar en Francia en abanico, hacia París, Lyón, los Alpes y el Mediterráneo por un lado, y hacia Bretaña y el Atlántico por otro.

El Heeresgruppe A (Von Rundstedt) cogerá de espaldas a los ejércitos del Este.

El Heeresgruppe C (Von Leeb) atacará Alsacia-Lorena y completará el cerco de Von Rundstedt.

La defensa prevista por Weygand es la siguiente: mantener hasta el fin todas las posiciones clave aptas para ser defendidas en todas las direcciones (táctica conocida como defensa en erizo).

Pero las 10 Divisiones Panzer alemanas que llevan el peso de la operación no atacan estas posiciones: se limitan a pasar por los huecos entre las mismas a toda velocidad desbaratando toda posibilidad de resistencia.

El ejército francés ya no está en condiciones de resistir el empuje alemán: la Línea Weygand es atacada el 5 de junio en el Somme y hundida en la noche del 7 por los blindados de Hoth y de Rommel, que llegan a Forges-les-Eaux. El 9 de junio, tal como estaba previsto, von Rundstedt ataca a su vez en el Argonne.

El 10 de junio, Italia declara la guerra a Francia. Friamente, Mussolini decía a su mariscal Badoglio: "necesito mil muertos para sentarme en la mesa con los vencedores". El Duce lanzó un desastroso ataque y obtuvo con creces esos muertos, pues las fuerzas francesas del sur, en la frontera franco-italiana, aunque desmoralizadas, baten completamente a unos militarmente incompetentes italianos.

Mientras tanto, von Rundstedt Toma Reims, atraviesa el Marne y avanza sobre París, que es declarada ciudad abierta el día 11. En las carreteras, paralizando todos los movimientos de tropas, crece el enorme éxodo de civiles que empezó el día 12.

Después del dramático consejo de ministros del 13 de junio de 1940 en el castillo de Cangé, los acontecimientos se precipitan. El día 14 de junio, los alemanes entran en París, con el consiguiente quebranto de la moral francesa.



El armisticio

El primer ministro Reynaud presentó su dimisión. El presidente de la República, Lebrun, encargó formar gobierno al mariscal Philippe Petain (héroe de Verdún en la Gran Guerra), de 84 años. Contra la opinión de gran parte de su gobierno, Lebrun autorizó a Petain a negociar el armisticio.

El 17 de junio, Petain transmite a Hitler una propuesta de armisticio. El 21 de junio empiezan las conversaciones entre Francia y Alemania. Tienen lugar en Rethondes, en el mismo vagón donde fue firmado el armisticio deshonroso -para Alemania- de 1918. Hitler, los principales dignatarios del Tercer Reich y los jefes del ejército alemán están presentes.

Imponen a los plenipotenciarios franceses, dirigidos por el general Huntziger un armisticio que respeta la República francesa parcialmente; Los alemanes establecen una zona de ocupación que comprende todo el Norte y la costa atlántica con vistas a ulteriores operaciones cntra Gran Bretaña. Dejan 40 departamentos del sur de Francia, la flota y las colonias bajo la obediencia del gobierno colaboracionista de Petain con sede en Vichy, permitiendo la existencia de un ejército de 100.000 soldados en suelo francés y 180.000 en las colonias.

Además, son consideradas ciertas modalidades económicas y administrativas relativas al mantenimiento de las tropas de ocupación, a la entrega a Alemania de refugiados políticos alemanes, etc. La entrada en vigor del armisticio queda subordinada a la firma de un convenio análogo con Italia.

El 22 de junio, Huntziger firma las convenciones franco-alemanas. El armisticio con Italia es firmado por los mismos plenipotenciarios el 24 de junio. El 25 de junio, a las 00 h 35 min, cesan las hostilidades en todos los frentes.

Las pérdidas de la campaña de Francia son las siguientes:

Francia: 120.000 muertos.

Inglaterra: 3.500 muertos.

Bélgica: 7.000 muertos.

Holanda: 2.890 muertos.

Alemania: 27.074 muertos y 18.384 desaparecidos.


La guerra en la línea Marginot

En la madrugada del 10 de mayo de 1940 se pone en marcha la operación «SICHELSCHNITT» (golpe de hoz). Los ejércitos alemanes atacan Francia mediante la invasión de Bélgica y Holanda.
En ese momento todas las líneas fortificadas francesas pasaron a ser ocupadas permanentemente. El Estado Mayor de París había situado dentro de la línea fortificada cuatro ejércitos: el III bajo l general Condé, el IV del general Réquin, el V de Bourret y el VIII de Laure, con lo que había una división cada nueve kilómetros de frente cubiertos por la Maginot.
Tras la anexión de los Sudetes, los oficiales alemanes pudieron estudiar las fortificaciones checas que habían encargado a ingenieros franceses, y que, aunque a menor escala, seguían los mismos principios de diseño de la Maginot. Estos estudios revelaron que la mejor táctica para combatir las fortificaciones era cegar los blocaos principales, de por si escasos de visibilidad, batiendo sus elementos secundarios, utilizando para ello cañones medio o pesados de alta precisión. El célebre cañón A.A., de 88 mm, fue la pieza que por su precisión se juzgó más adecuada a este fin y, en efecto, seria la más utilizada. En ocasiones se disparó solamente a 200/300 m de distancia. El único inconveniente de esta táctica era que solo era de fácil aplicación contra casamatas aisladas, mientras que contra los grandes conjuntos fortificados (en esencia, los fuertes principales) esta táctica se revelará ineficaz, ya que disponen de posiciones que se apoyan entre si.
Así pues, donde la línea Maginot era más débil, fue superada sin problemas. De Maubeage a Sedan, será atravesada rápidamente (del 13 al 26 de mayo de 1940). En el Sarre, después de una primera victoria defensiva, el repliegue de las tropas francesas de apoyo, permite a los alemanes atravesarla fácilmente (del 14 al 15 de junio de 1940). En los Basses Vosges, los alemanes atacan el punto débil de los blocaos aislados en la montaña, atravesando la línea sin gran esfuerzo (19 de junio de 1940).
Tras el hundimiento de Reims, el IV ejercito había sido sacado aprisa de las cúpulas para luchar en las colinas de la Champaña. El 12 de junio, cuando los alemanes estaban ya en Troyes, llegó la orden de abandonar la defensa de la línea, dejando únicamente en ella el personal estrictamente indispensable.
La noche del 13, el ejercito del mariscal de campo Ritter von Leeb, que hasta entonces había quedado a la espera en la ribera derecha del Rhin, entre el saliente de Karlsruhe y Luxemburgo, iniciaba las operaciones de ataque contra la línea Maginot. Aunque esta operación no era necesaria desde el punto de vista estratégico, fue una decisión personal de Hitler, y por motivos de prestigio, quería demostrar que nada, ni siquiera la más potente línea fortificada del mundo, podía detener a los ejércitos del III Reich.
El día 15, la 1ª Panzerdivision, dependiente del grupo del general Erwin von Witzleben toma la fortaleza de Langres. Por el contrario el fuerte de Fermont, pilar sólido del sector fortificado de La Crusnes, resiste los ataques de sus enemigos. Lo mismo ocurre en el sector fortificado de Thionville, después del ataque a Micheisberg, apoyado por sus vecinos Anziing, Mont des Weches y Hackenberg (21-22 de junio de 1940), entre el Sauer y el Rhin.
La mayor parte de los fuertes siguieron combatiendo mientras le quedaron municiones, y algunos de la zona de Estrasburgo y Karlsruhe siguieron combatiendo aún el 30 de julio, momento en el que se rindieron tras la visita de generales franceses pertenecientes al nuevo gobierno del mariscal Pétain.
Así pues, los alemanes no lograron capturar ninguna fortificación importante y que probaron su grado de impenetrabilidad, y si fueron capturadas intactas, la causa se debió al desbordamiento de sus flancos.
En los Alpes, los ataques italianos comienzan el día de junio, aunque el Cuerpo de Ejercito I no comienza hasta el día 22 por las objeciones que presenta su comandante, el general Pintor. Tras 5 días de combate se firma el armisticio, con el que se ponen fin a las hostilidades.
En cuatro días de combate, el resultado alcanzado es bastante pobre, todos los ataques se rompen, de Tarentaise a Mentón, antes incluso de haber atacado la línea de las grandes construcciones, consiguiéndose solo pequeñas conquistas de escaso valor estratégico. El total de perdidas de la guerra franco-italiana es bastante ilustrativa del resultado: los italianos sufrirían 631 muertos, 616 desaparecidos, 2.631 heridos y congelados, los franceses, en cambio, 37 muertos, 42 heridos y 150 desaparecidos.
Sin entrar en consideraciones históricas, la Línea Maginot puede considerarse una obra maestra de la ingeniería, aunque solo los fuertes que tenían bien protegidos su retaguardia y los flancos pudieron resistir la maniobra envolvente de la Wehrmacht. Los alemanes habían demostrado que los progresos en la tecnología militar favorecían las estrategias de ataque.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

GUNTHER PRIEN CAPITAN DEL SUBMARINO U-47



Guenther Prien, nació el 16 de enero de 1908 en Osterfeld, Alemania. A la edad de 15 años se convirtió en marino y a los 17 era oficial en la Línea Hamburg Amerika.

En 1931 ingresó a la Kriegsmarine sirviendo un año en el crucero ligero Koenisberg. En 1935 fue transferido a la fuerza submarina sirviendo en el U-26 al mando del Capitán Lt. Hartmann que patrulló las aguas españolas durante la Guerra Civil.

En 1939, Doenitz le encargó llevar a cabo la Operación Baldur que se efectuó el 14 de octubre de 1939 hundiendo al acorazado británico HMS Royal Oak en la bahía de Scapa Flow, principal base naval de Gran Bretaña.

Prien supo que durante la Gran Guerra, submarinos alemanes intentaron dos veces ingresar en la base sin resultados y sobre todo que el segundo intento terminó con la perdida del submarino y toda la tripulación. Sin embargo Prien aceptó el reto que le propuso el Almirante Doenitz.

Luego de cumplida su hazaña, Prien fue recibido como un héroe y llamado a Berlín para recibir la Cruz de Caballero, otorgada por primera vez a un comandante de submarino. Fue recibido por Hitler en la Cancillería y dio una conferencia de prensa en el Ministerio de Propaganda, donde dio los detalles de la operación en la medida que el secreto militar le permitía.

En los meses que siguieron, el Korvettenkapitän Prien demostró que su heroica hazaña no fue fruto de la suerte convirtiéndose en uno de los mejores comandantes de submarino de la Kriegsmarine. En su sexta patrulla en el Atlántico hundió ocho barcos con un total de 51.483 tn. Durante esos meses de campaña Prien siempre fue uno de los primeros en detectar los convoyes enemigos. El Almirante Doenitz le sugirió que debería ser transferido a una unidad de entrenamiento, pero Prien rechazó la oferta.

Durante la décima patrulla que salió de St. Nazaire, Francia, el 20 de febrero de 1941, cuatro días más tarde Prien atacó al convoy OB-290 hundiendo cuatro barcos con un total de 16.310 tn. Radió su último mensaje el 7 de marzo.

Respecto al hundimiento del U-47 hay dos versiones; una (la que se acepta como hecho histórico) que el destructor británico HMS Wolverine lo hundió con cargas de profundidad y la otra, que el destructor británico HMS Wolverine en realidad estuvo atacando al submarino UA de Eckermann, que debió retirarse con daños serios. Se especula, que el submarino de Prien fue alcanzado por uno de sus propios torpedos el cual navegaba en círculos. Dos submarinos estadounidenses sufrieron ese mismo tipo de percance, en el Pacífico. De cualquier forma, el día 7 u 8 de marzo de 1941, el U-47 se hundió con Prien y sus 45 tripulantes.

U-47 y la hazaña de Günther Prien

Otra historia muy interesante del U-47 que he encontrado, nerece la pena:
Poco después de las siete de la tarde del 13 de octubre de 1939, junto a las islas Orcadas, las aguas del mar del Norte se abrieron a la ascendente tortea del submarino alemán U-47, y unos segundos más tarde alguien echaba hacia atrás la escotilla. El capitán de corbeta Günther Prien, uno de los más prometedores comandantes de submarinos de Hitler, tenso tras un día pasado en el fondo, subió al puente. Al hacerlo, reprimió una maldición.

La naturaleza le había jugado un truco enfurecedor. Aunque las condiciones climáticas eran perfectas, como se había predicho –una noche sin luna, un mar picado pero no demasiado revuelto, y una fresca brisa-, todo se veía estropeado por un espectacular fenómeno de luces árticas, la aurora boreal. Ondulaciones de coloreada luz cruzaba el horizonte septentrional, iluminando la mitad del cielo y amenazando con traicionar la presencia del submarino.

Prien consideró por unos momentos abandonar su misión. Pero pasarían semanas antes de que las condiciones ideales de marea y luna se presentaran de nuevo. Además, la moral que había transmitido a los hombres del U-47 cuando les puso al corriente de su misión tal vez fuera imposible de recapturar.

Para Prien, entonces con 31 años, e U-47 era su primer mando, y ésta su primera gran misión. Había sido elegido por el comodoro Karl Dönitz, jefe del ejército submarino alemán, para llevar a cabo la primera operación submarina especial de a guerra: un audaz ataque contra la flota británica en medio miso de su base de Scapa Flow.


En toda la segunda guerra mundial, a ningún otro comandante de submarino alemán se le pediría que efectuara una misión más atrevida o difícil. Scapa Flow, una cuenca de aguas profundas casi pegada a tierra firme en las islas Orcadas, era uno de los fondeaderos más celosamente guardados del mundo. Su entrada estaba bloqueada por barcos hundidos, minas y redes, y patrullada por la Marina Real. Más aún, un submarino que intentara deslizarse a su interior iba a encontrarse con toda probabilidad con una serie de corrientes excepcionalmente fuertes.

Scapa Flow tenía un significado especial, amargo, para los alemanes. Las principales unidades de la flota alemana habían sido internadas allí después de la Primera Guerra Mundial. En 1919, mientras los aliados discutían sobre el destino final de la flota, las tripulaciones alemanas de mantenimiento que se ocupaban de los barcos escaparon con ellos y hundieron la mayoría.

Ahora los alemanes regresaban a Scapa Flow. El propio Dönitz había planeado la operación, tras estudiar una serie de fotografías aéreas para hallar la mejor ruta hasta el interior del fondeadero, y eligió personalmente a Prien para llevar a cabo el ataque (recordó a Prien, al hacerlo, que en la I GM dos submarinos alemanes habían intentado un ataque similar contra la flota británica en Scapa Flow, y que no habían regresado).

La mañana del 8 de octubre, el U-47 se deslizó de sus amarras en Kiel, en el norte de Alemania, , y cruzó el canal de Kiel en dirección al mar del Norte. Los miembros de la tripulación ignoraban todavía la naturaleza de su misión, pero las sospechas de que se trataba de algo especial no tardaron en florecer cuando el submarino divisó una columna de humo en e horizonte y Prien ordenó sumergirse sin ni siquiera investigarla. Sólo cuando el submarino se hallaba en la superficie no lejos de las Orcadas, recargando sus baterías y renovando su provisión de aire comprimido, divulgó Prien la noticia a su primer oficial de guardia, Engelbert Endrass. “Agárrese a algo, Endrass –le dijo- vamos a Scapa Flow”.


Luego Prien se lo dijo a resto de la tripulación, y ordenó una fiesta especial para celebrar la ocasión. Fue una extraña celebración, con el submarino sumergido y los hombres sentados ante una comida de costillas de cerdo y col. Para rehuir el riesgo de detección, el cocinero, mientras servía la comida, andaba suavemente con los pies envueltos en telas.

Siete horas y media más tarde, el U-47, ahora en la superficie, se deslizó al interior de Holm Sound, una de las tres entradas a Scapa Flow. Las fotografías aéreas habían indicado a Dönitz que la entrada de Kirk Sound al norte de Holm Sound –un estrecho canal entre islas, que estaba casi completamente bloqueado por tres barcos hundidos- podía ser franqueada por un navegante osado con una embarcación pequeña. A medida que se acercaba la medianoche, Prien permaneció en su puente observando el canal, brillantemente iluminado por la parpadeante aurora. La tierra se cerraba a ambos lados, y las chimeneas y los mástiles de los barcos hundidos se alzaban amenazadoramente sobre el agua allá delante. “Es una fantasmagórica visión –escribió Prien en su diario de a bordo-. En tierra todo está oscuro, y muy alto ene l cielo pueden verse las parpadeantes luces septentrionales, de modo que la bahía, rodeada por altas montañas, se hall a directamente iluminada desde arriba. El bloqueo que forman los barcos yace hundido ahí delante, fantasmal como las bambalinas de un teatro”.

Al norte, a lo largo de la carretera de la costa de la isla a su derecha, Prien pudo ver a un ciclista de las Orcadas que se encaminaba de vuelta a casa con el faro de su bicicleta brillando débilmente en la oscuridad. Prien había memorizado el mapa, y no se molestó en orientarse por él mientras guiaba al submarino a través del paso. Había rebasado sin problema uno de los barcos hundidos –una goleta de dos mástiles hundida en aproximadamente 10 metros de agua-, cuando una corriente repentina hizo girar el submarino a estribor. El submarino rozó un cable de uno de los barcos hundidos, y Prien notó que el caso tocaba fondo. Cuidadosamente, delicadamente, desprendió el U-47, lo hizo girar ligeramente a babor, y luego, con una difícil y rápida maniobra, lo hizo pasar a través del hueco. A las 12:30 de la madrugada del 14 de octubre estaba dentro de Scapa Flow.

Donde le aguardaba el sobresalto de otra sorpresa. Mientras el U-47 avanzaba hacia el anclaje principal con la escotilla de su torreta abierta y las cubiertas ligeramente hundidas, Prien se halló rodeado por un amplia extensión de agua vacía allá donde había esperado hallar la flota británica. Con creciente impaciencia y ansiedad, giró hacia el norte. Al fin vio recompensada su persistencia. Primero divisó las bajas formas de los destructores anclados junto a al orilla, luego, emergiendo de la silueta de una colina tras ellos, los mástiles de dos grandes barcos se alzaron contra el cielo. Uno de ellos era el acorazado Royal Oak, y el otro el portahidroaviones Pegasus (en realidad Prien lo confundió con el acorazado Repulse). El comandante del submarino alemán contempló fascinado el Royal Oak, luego se volvió hacia Endrass. “Eche una mirada a eso –le dijo –hay otro detrás”.

El U-47 estaba ahora a 3600 metros de su presa, en posición para un golpe sensacional. Los cuatro tubos de los torpedos de proa estaban apuntados a las siluetas sobrepuestas de los dos barcos británicos, y Prien dio la orden de abrir fuego. Siguió el silbido de la presión de aire, el submarino retrocedió un poco ante el shock de al descarga, y los lentos y deliberados segundos tictaquearon mientras los torpedos cubrían la distancia que los separaba de su blanco.

Tres minutos más tarde, con un sólido y sordo golpe, un solitario torpedo estalló inofensivamente, a todas luces contra la proa del Royal Oak o la cadena de su ancla. Desconcertado y amargamente decepcionado, Prien hizo dar la vuelta a su submarino. Mientras lo hacía disparó su torpedo de popa; también falló el blanco.

Por aquel entonces la situación del U-47 era precaria; seguramente toda la flota británica se hallaba ya alerta. El instinto de Prien fue correr en busca de seguridad. Pero, mientras aguardaba aprensivamente el contraataque que a buen seguro se produciría, empezó a darse cuenta de que , sorprendetemente, nadie a bordo de ninguno de los barcos anclados a su alrededor sospechaba todavía de su presencia. No tenía forma de saberlo, pero tanto el capitán W.G. Benn del Royal Oak como el comandante del 2º escuadrón de Combate, el contralmirante H E C Blagrowe, que también estaba a bordo, atribuyeron la explosión del torpedo a alguna causa interna indeterminada.

Increíblemente, los británicos le habían concedido a Prien otra oportunidad, y esta vez se propuso aprovecharla al máximo. Mientras los miembros de su tripulación recargaban los tubos de los torpedos, dio fríamente la vuelta de nuevo a fin de situarse otra vez en posición bajo las aún parpadeantes luces septentrionales.

Dio por segunda vez la orden de disparar. De nuevo los tripulantes del submarino aguardaron tensamente mientras los torpedos avanzaban hacia sus blancos. De pronto, todo ocurrió a la vez. “Se produce una fuerte explosión, un rugir y un retumbar –anotó Piren en su diario de a bordo-. Luego brotan columnas de agua, seguidas por columnas de fuego, y multitud de fragmentos vuelan por los aires. El puerto nace a la vida. Los destructores se iluminan, empiezan a sonar avisos por todas partes, y en tierra firme, a 200 metros de distancia de mí, los coches rugen por las carreteras. Un acorazado ha sido hundido, un segundo ha resultado dañado, y los tros tres torpedos han provocado incendios”.

Trece minutos después del ataque, el golpeado casco del Royal Oak volcaba de lado y se deslizaba bajo la superficie de Scapa Flow, llevándose consigo a 833 oficiales y marinos. Los tripulantes del submarino se sintieron exultantes; pero todavía tenían que pasar su peor prueba. Mientras Prien hacía dar la vuelta al U-47 y se dirigí a toda velocidad hacia el canal de escape, detrás del submarino se formó una claramente visible estela de agua blanca. Hacia babor la tierra firme se acercaba cada vez más, y un automóvil que recorría a toda velocidad la carretera a lo largo de la costa frenó bruscamente cuando sus faros captaron la torreta del U-47. Bruscamente, el coche dio la vuelta y partió a toda velocidad por el mismo camino por el que había venido, dejando a Prien con la seguridad de que había sido localizado y pronto sería atacado.


La marea estaba entrando desde el este; incluso con los motores diesel y eléctricos al máximo, el U-47 se arrastró a una velocidad sólo ligeramente superior a un nudo, pero creaba una alta y rizada ola a ambos lados. A popa, Scapa Flow hervía de actividad, y uno de los destructores de búsqueda se estaba acercando, con su faro sondando ominosamente. Metro a metro, el U-47 forzó su camino hacia el estrecho hueco por el que había entrado, evitando apenas, en un punto determinad, una colisión con un muelle de madera que asomaba desde la orilla de la isla.

Mientras el submarino giraba hacia Holm Sound, el destructor perseguidor giró y dejó caer toda una andanada de cargas de profundidad muy atrás, probablemente debido a que el dispositivo electrónico rastreador de submarinos había confundido unos restos hundidos con el U-47. Fue el último roce cercano. Mientras el submarino alemán se deslizaba triunfante de vuelta al mar del Norte, Prien introdujo en su diario de abordo una nota más larga: “El resplandor de Scapa Flow todavía es visible.......”

Durante años, la Marina de guerra alemana había sido la hijastra del Tercer Reich, olvidada a favor del Ejército, la niña mimada del ex-cabo Hitler, y de la Luftwaffe, la preferida de Göring. Dönitz había argumentado repetidamente que la única arma que podía dominar a Gran Bretaña era una gran flota de submarinos; siempre fue ignorado. Pero la hazaña de Scapa Flow hizo abrir los ojos a muchos. Dos días más tarde, el 16 de octubre, el gran almirante Erich Raeder, comandante en jefe de la Marina de guerra alemana, distribuyó un memorando: “el Führer concede el permiso para las siguientes medidas”, empezaba. Sigue toda una serie de Odense de guerra; la más importante decía: “Todos los barcos mercantes definitivamente reconocidos como enemigos (británicos o franceses) pueden ser torpedeados sin advertencia previa”.

Cuatro días más tarde de la visita del U-47 a Scapa Flow, Günther Prien y su tripulación eran invitados de su Führer en la Chancillería de Berlín; allá, Prien fue condecorado con la codiciada Ritterkreutz, la Cruz de Caballero de la Cruz de Hierro.

EL U-47.

CAPITAN DE NAVIO HANS LANGSDORFF



EL ADMIRAL GRAF SPEE.

La historia nos enseña que hay hombres predestinados a cumplir una determinada función en su vida, la que comienza un día marcado y en un lugar indicado por un extraño poder, que nunca llegaremos a comprender. El Capitán de navío Hans Langsdorff, fue uno de los elegidos por su destino. Alla en las frías regiones del mar Báltico en la más grande de las islas alemanas, Rugen, rodeada de montañas la pequeña Bergen era la Capital. Entre los escasos habitantes sobresalían las familias Langsdorff y Steinmetz, los primeros en aquellas epocas imperiales, dedicados a impartir justicia, y los segundos a difundir religión. El Dr.Ludwin Langsdorff y Elizabeth Steinmetz se habian casado bajo los ritos de las tradiciones luteranas, pensando en formar un hogar donde sus hijos cultivaran aquellos sentimientos humanos. En 1894, nace el primer hijo, Hans Wilhem, a quien desde niño se le inculcan esos ideales. Al año siguiente, nace su hermano Reinhardt. Ya con dos hijos, en 1898 el matrimonio pensando en el porvenir se traslada a la ciudad de Dusseldorf, que ya contaba con las más modernas instituciones. Alli nace en 1901 la niña Annelise. El joven Hans habia demostrado siempre una clara inclinación por el mar, nacido en una isla no podía desprenderse de su medio, el
mar que lo rodeaba.

En Dusseldorff los Langsdorff, habian adquirido una cómoda mansión para albergar a su familia y disponer de oficinas, para quien ya era un reconocido abogado y escalaba posiciones en la vida judicial de la ciudad, llevandolo a ser juez de la Alta Corte. Pero el destino lo llevó a tener por vecinos a la familia del Conde Maxilimian von Spee, quienes se convertirían en héroes nacionales del imperio aleman en la batalla naval de Malvinas en 1914. Los dos hijos del Conde y Vicealmirante habían ingresado en la Marina de Guerra en 1903. El joven Hans influenciado por aquella presencia cercana del famoso marino y sus hijos, a quienes saludaba respetuosamente a menudo, y simulando en emular sus hazañas, ingresa en la academia naval de Kiel en 1912, contra la voluntad de sus padres, quienes soñaban que seguiría la carrera judicial o religiosa, pero apenas había cursado dos años, se desata la Primer Guerra Mundial y el cadete Langsdorff es embarcado en el acorazado Grosser Kurfurst, prestando servicios como artillero.

Por su valerosa conducta es ascendido en 1915 a teniente, ya en la Primera Guerra. En 1916 el AlmiranteScheer sale al mar desde Wilhemshaven al mando de la flota de alta mar, con mas de 100 barcos a desafiar a la poderosa Royal Navy, dándose la sangrienta batalla de Jutlandia, donde el Teniente Langsdorff gana su primera Cruz de Hierro. Despues de su licencia es destacado a comandar barreminas, riesgosa tarea que se prolonga despues de finalizada la guerra en la limpieza de los mares hasta el año 1922, cuando es ascendido a Teniente Capitan. En 1923, estando en las oficinas de la Armada de Dresden, conoce a la Srta. Ruth Hager, contrayendo matrimonio en marzo de 1924 y naciendo su primer hijo el 14 de diciembre, a quien pusieron el nombre de Johen. En Octubre de 1925 en una Alemania derrotada, empobrecida y trabajando solo para pagar las pesadas deudas de guerra que le impusieron los vencedores, Langsdorff es trasladado a las oficinas del Ministerio de Defensa en Berlin en la turbulenta época de la
República de Weimer. Su cargo era nada menos que coordinar las relaciones entre la armada y el ejercito.

En 1926 realiza cursos de mando superior destinado a preparar oficiales para la nueva organización naval. En 1927 es designado a comandar una flotilla de lanchas torpederas y en abril de 1930, es ascendido a Capitan de Corbeta. En 1931 en el otoño, es llamado nuevamente a Berlín, sabiendo que poseía extraordinarias habilidades administrativas, iniciando así una carrera parcialmente política dentro del Ministerio de Defensa, cuyo ministro era el célebre General Schleicher. Trabajó con entusiasmo, ganandose el respeto y la consideración de sus superiores. Pero en 1933 cuando Hitler llega al poder, la política se introduce en sus tareas y Langsdorff se siente desplazado y humillado por los fanáticos civiles que ocupan posiciones de los profesionales del mar. En 1934 pide su regreso al servicio naval, pero es enviado al Ministerio del Interior. El 30 de junio de 1934, la condesa Huberta Spee, rompe la clásica botella de champagne en la proa del nuevo buque de guerra, y es botado el más tarde famoso Panzerschiff Admiral Graf Spee, bautizado así en honor a su padre. En 1935 fue ascendido a capitán de fragata. En 1936 la desgracia golpea su hogar, falleciendo su hijo Klauschen con apenas 7 años. Ese mismo año se realiza en Ginebra, la conferencia de las Armadas, y se trata el tema sobre la "Humanización de la guerra en el mar", doctrina que al C/F Langsdorff despierta sumo interes, y luego llevará a la práctica. Pasa a prestar servicios en el Estado Mayor del Almirante Bohen, comandante de los prestigiosos acorazados de bolsillo.

En 1936 y 1937 a bordo del A.Graf Spee, interviene en la guerra civil española y en la operación cóndor. El 1 de enero de 1937, por sus méritos es ascendido a Capitán de Navío. Ese mismo año el Admiral Graf Spee fue designado buque insignia de la Armada Alemana y presentado al mundo en la famosa revista naval internacional de Spithead, causando asombro y recelo en las potencias aliadas que controlaban la construcción de buques de guerra en Alemania. En octubre de 1938 fue designado su comandante, cuando ya asomaban nubarrones que predecían en Europa una guerra más. El 21 de agosto de 1939, el Admiral Graf Spee se escurría en la noche alejandose de su puerto con rumbo Norte amparado en la neblina, a cumplir su misión más secreta, que constituía en la destrucción de la marina mercante británica sin la cual Inglaterra podría ser vencida. El 1 de Septiembre del 39, se reune en el Atántico con su barco nodriza, el petrolero Altmark, que le suministraría combustible municiones y provisiones para la tripulación.

El día 3, cuando las tropas alemanas habían ya invadido Polonia, recibe la noticia que Inglaterra y Francia han declarado la guerra al III Reich. Se pone en marcha la orden de operación: atacar la flota mercante, y evitar el encuentro con buques de guerra. El Cap. Langsdorff consiente de su triste misión de atacar indefensos barcos mercantes, se ve obligado a cumplir las ordenes del Alto Mando, En sus 120 días de correrías por el Atlántico y el Indico, encuentra y destruye nueve cargueros ingleses, tomando a bordo sus dotaciones pero cumpliendo, a veces con exceso, con las normas que marcaban la Convención Internacional de la Haya sobre la guerra marítima. No estaba en su sano espíritu de profundas raices religiosas y de justicia, hacer sufrir a seres humanos. Para él simples marinos mercantes, jamás podrían ser sus enemigos. Llegaba el fin de año y prometió a su gente llevarlos de vuelta a casa en los primeros días del año 1940, lo que dió renovadas energías a aquellos más de 1000 hombres bajo su responsabilidad. Pero el destino le marcoó otro camino. Ya navegando hacia el Norte, casi cumplida su misión, recibe órdenes de observar la salida del Río de la Plata, por donde numerosos barcos ingleses partían cargados. Pone rumbo al sudeste, se acerca a las costas Brasileñas, y a 280 millas al este de Rocha (R.O. del Uruguay) donde esperaba encontrar un convoy, choca de frente con tres cruceros ingleses que lo esperaban allí mismo. El combate duró algo menos de dos horas.

El Admiral Graf Spee acorralado se defendió con increible coraje ante un enemigo tan superior, en su prueba de fuego. El Comandate Langsdorff sintió que se le exigían todas sus capacidades morales y físicas para salir no triunfante, pero al menos con vida. Fue herido, perdió en conocimiento, se recuperó y siguió dando órdenes. Atacó a su enemigo más poderoso, el Exeter y lo obligó a retirarse de la escena, casi destruído, sintió piedad por aquella gente y se negó a hundirlo. Recorrió la cubierta de su buque, bañada en sangre, observó 36 marineros muertos y más de 50 heridos y resolvió poner fin a la masacre y venir a Montevideo a dejar sus muertos en el cementerio, los heridos en el hospital, y reparar las averías de su buque, confiando en que autoridades, y pueblo uruguayo con respeto por su situación. En la medianoche del 13 de diciembre, el Admiral Graf Spee larga sus anclas en el antepuerto sin cumplir las formalidades reglamentarias. Al día siguiente se presenta ante su embajador, y allí mismo comienza un intrincado ajetreo político, militar y diplomático, que pone al Uruguay como centro de la atención mundial.

Decenas de miles de montevideanos concurren emocionados al sepelio de los 36 jóvenes, al día siguiente. Langsdorff se ve acorralado, ha caído en una trampa mortal para su buque. Pide tiempo suficiente para reparar sus averías, el gobierno en base a la magnitud de las averías denunciadas, y de acuerdo a las leyes internacionales, siempre de muy diferente interpretación, otorga un plazo acorde. No logra convencer al gobierno y decide enviar su gente a Buenos Aires y destruír totalmente su buque, para evitar que caiga en manos enemigas, ansiosas de conocer sus secretos. Así se hace, la metodología germánica, no falla, y la tripulación llega a Buenos Aires, el acorazado es destruído por el fuego, en el límite de las aguas territoriales uruguayas, ante la mirada incrédula de decenas de miles de personas. Ya en Buenos Aires, el Cap. Langsdorff entrega la tripulación, la que queda bajo tutela del estado argentino, recibiendo alojamiento, alimentación etc. y la simpatía de la colonia alemana. Langsdorff, ya nada más puede hacer, ni por sus hombres, ni por su patria. Con profunda tristeza recuerda su hijo Johen, a su pequeña Ingrid y su esposa Ruth, escribiendo una carta de despedida. Otra carta a sus superiores, explicando su resolución final, con la frase "para un capitán que tenga sentido del honor, el destino propio no puede se diferente al de su buque". En el silencio de la noche porteña, mezclado al ruido de grúas, bocinas y vehículos en el muelle, pasa desapercibido el seco sonido de un disparo. El Cap. Langsdorff, ha terminado su carrera, con la conciencia tranquila de haber cumplido su deber, y como él lo dice: "me voy con mi Dios".-

Para terminar, a modo de ejemplo, dos hechos que hablan por si solos. Conocido el suicidio, desde Montevideo viajó a Buenos Aires uno de los capitanes mercantes ingleses portador de una corona de flores para su sepelio, en nombre de " Los Capitanes Mercantes Ingleses". El Capitan Patrick Dove (del Africa Shell) siendo prisionero de Langsdorff, entabla una verdadera amistad con él, no solo llora su muerte, sino que años más tarde escribe un libro sobre esta experiencia, cuyo sugestivo titulo es " Fui prisionero de un caballero"

martes, 2 de diciembre de 2008

Condecoraciones a Ases Alemanes de la Luftwaffe



Condecoraciones a Ases Alemanes
Cruz de Caballero con Hojas de Roble, Espadas y Diamantes
Máximo Galardón Militar Alemán

Galland, Adolph 104 derribos
Gollob, Gordon 150 derribos
Graf, Hermann 212 derribos
Hartmann, Erich 352 derribos
Lent, Helmut 113 derribos (102 nocturnos)
Marseille, Hans-Joachim 158 derribos (todos volando un Me 109)
Mölders, Werner 101 derribos (más 14 en España)
Nowotny, Walter 258 derribos
Schnaufer, Heinz 121 derribos (todos nocturnos)



Cruz de Caballero con Hojas de Roble y Espadas
Segundo Máximo Galardón Militar Alemán

Bär, Heinz 220 derribos (16 en su caza jet Me-262)
Barkhorn, Gerhard 301 derribos
Batz, Wilhelm 237 derribos
Bühlingen, Kurt 112 derribos
Hackl, Anton 192 derribos
Hermann, Hajo 9 derribos
Ihlefeld, Herbert 130 derribos (incluye 7 in España)
Kittel, Otto 267 derribos
Lützow, Günther 108 derribos (incluye 5 in España)
Mayer, Egon 102 derribos
Müncheberg, Joachim 135 derribos
Oesau, Walter 118 victories (incluye 8 in España)
Ostermann, Max Helmut 102 derribos
Philipp, Hans 206 derribos
Priller, Josef 101 derribos
Rall, Günther 275 derribos
Reinert, Ernst Wilhelm 174 derribos
Rudorffer, Erich 222 derribos
Sayn-Wittgenstein, Prinz Zu 83 derribos (nocturnos)
Schroer, Werner 114 derribos
Steinbatz, Leopold 99 derribos
Steinhoff, Johannes 176 derribos
Streib, Werner 66 derribos (nocturnos)
Wicke, Wolf-Dietrich 162 derribos
Wurmheller, Josef 102 derribos

Joachim Marseille, La Estrella de Africa




Joachim Marseille, La Estrella de Africa
El combate real en el aire, como lo han descrito periodistas y la misión de la aviación es ver y no pelear.
ESTADO MAYOR ALEMAN, Octubre de 1914.

Si Hans Joachim Marseille hubiera vivido antes de la llegada de la pólvora, es seguro que habría encontrado en aquella era romántica de nobles, damas hermosas y combates caballerescos un ambiente confortable para su personalidad. En cambio fue arrojado a una guerra de veloces movimientos, altamente técnica, y convertido en parte de una fuerza combatiente sumamente disciplinada que oprimió a su espíritu romántico. Pese a esas constricciones, Marseille se ganó su lugar entre los inmortales caballeros del aire.

Como dice el general Adolf Galland en su libro Die Ersten und Die Letzen, su carrera fue meteórica. Marseille se enroló en la Luftwaffe a los dieciocho años y medio. A los veintidós estaba muerto, con una serie de hazañas espectaculares en su haber. En el año final de su vida no sólo ganó la más alta condecoración de guerra alemana - los diamantes para su Cruz de Caballero – sino que también se convirtió en uno de los héroes eternos de su país. El paso de más de cuarto de siglo desde su muerte no ha disminuido en nada la fama y la gloria que conquistó en Africa del Norte. Por el contrario, hoy es más famoso que nunca.

Su posición histórica se ha vuelto tal que ningún libro que se ocupe de los ases alemanes de la Segunda Guerra Mundial puede omitir su nombre y considerarse completo. Otros veintiocho (1) ases alemanes derribaron más aviones aliados que Marseille; empero, solamente Galland y Mölders tienen una fama mayor. En todas partes donde se juntan y hablan los fanáticos del combate aéreo, el apellido Marseille electrifica la conversación. ¿Cuáles son y dónde están las fuentes de la magia de Marseille?

Su ascenso a la gloria como soldado forma parte de un fascinante estudio de carácter, porque aunque nació en Berlín en 1919 en una familia militar, tenía una aversión innata hacia los ideales militares. Criado en las tradiciones del ejército, convirtióse en el más despreocupado e informal de los oficiales militares.

Su padre era oficial del ejército y sus progenitores estuvieron legalmente separados la mayor parte de la vida de él. Esto podría ayudar a explicar parte de la actitud de Marseille hacia la disciplina. Probablemente, fue el más antimilitar de los primeros ases alemanes. Pero sus actitudes informales quedan justificados por sus logros formales.

Una juvenil pasión por el vuelo lo llevó a enrolarse en la Luftwaffe a los dieciocho años y medio. Tuvo así el beneficio de un entrenamiento de tiempo de paz, completo y sin prisa. Parece que acepto la vida militar como condición inevitable para poder volar. Soportaba a una a fin de poder disfrutar del otro. Durante sus entrenamientos, sólo se distinguió por sus infracciones disciplinarias. Como piloto cadete, el sargento primero Marseille fue enviado a ayudar a conquistar a la RAF en la Batalla de Inglaterra.

Sus antecedentes de combate en 1940, cuando estuvo bajo el mando de Steinhoff, no presagiaron una carrera distinguida como piloto de caza. Aunque derribó por lo menos siete aviones ingleses, sólo tuvo testigos para tres de esas victorias. Esto ilustra su tendencia de "lobo solitario" en aquellos días. Tenía inclinación a cazar solo y era un violador perpetuo de la disciplina de vuelo. Fue obligado a lanzarse en paracaídas seis veces, produciendo una relación de victorias y pérdidas que difícilmente habría podido invertir la marea de la guerra aérea.

Al final de su primer año en la Luftwaffe su legajo de conducta estaba lleno de anotaciones que describían sus actitudes antimilitares y su disciplina general. Si Marseille hubiera vivido en la década pasada, habría sido considerado un "beatnik" por sus contemporáneos. Sucedió que vivió antes de esa era, pero mostraba muchas de sus características.

Llevaba el cabello largo. Su actitud era la de un bohemio, sus facciones finas, bellamente cinceladas, lo convertían en un favorito de las mujeres. Como a Marseille le agradaba la compañía femenina, durante este período fue más amante que aviador. Ciertamente, como Steinhoff ya ha relatado, sus aventuras románticas eran tantas que en ocasiones hubo que retirarlo de operaciones hasta que se recobrara.

En enero de 1941 fue enviado a Döberitz, cerca de Berlín, para ingresar en la JG-27. Poco después el ala era destinada a Africa del Norte, con un grupo de la misma desviado a Yugoslavia para participar en el ataque alemán. Las quejas de los pilotos alemanes de que no veían suficiente acción pronto dejaron de escucharse.

A su arribo a Africa en la primavera de 1941, la misión de la JG-27 fue suministrar apoyo aéreo al Afrika Korps, que pronto escribiría páginas inmortales bajo el mando del mariscal del campo Erwin Rommel, el "zorro del desierto". Como ahora revele la historia, sólo el ilustre Rommel, el "héroe del sol" elegido por Hitler, supera en brillo a Marseille entre los soldados alemanes de las campañas africanas.

Mientras las campañas de Rommel se desarrollaban en el desierto occidental, el nombre de Marseille aparecía cada vez con más frecuencia en los noticieros alemanes. El ministerio de propaganda del doctor Goebbels, en Berlín, ocupábase de que las proezas de Marseille recibieran adecuada publicidad, y con buenos motivos. La suerte de Rommel subía y bajaba. El se encontraba a merced de su línea de abastecimiento. Con una fuerza interior, pero con estratagemas insuperables, burlaba y frecuentemente derrotaba a los más estólidos ingleses. Pero debido a que sus fuerzas eran más pequeñas que las del enemigo, Rommel tenía casi tantos reveses como triunfos.

Sin tomar en cuenta la suerte del Afrika Korps que peleaba debajo de él en el desierto, para Marseille siempre estaba reservada la victoria. Un triunfo sucedía a otro. Una victoria sucedía a otra. Marseille acentuaba lo positivo y la organización de Goebbels conocía bien el valor de una historia optimista.

Los periódicos alemanes lo llamaban el "águila africana" y "estrella del desierto". El correo llegábale en sacas repletas de cartas de fanáticas admiradoras alemanas que pedían de todo, desde un mechón de cabello de Marseille hasta gestos más tangibles de su interés. Estas cartas de admiradoras generaban mucho regocijo entre los pilotos de la escuadrilla de Marseille.

La Italia de Mussolini confirió al berlinés de rostro delgado su medalla de Oro a la Valentía. Esta condecoración fue otorgada a alemanes solo dos veces en la Segunda Guerra Mundial. El otro alemán que la recibió fue también un piloto de caza, el capitán (después mayor) Joachim Müncheberg, Kommodore de la JG-77 y protegido de Galland. Hasta Rommel debió conformarse con la versión inferior de plata de esta condecoración, como hizo su valiente su valiente subordinado en el Afrika Korps, el general Nehring.

Como otros numerosos y destacados ases de caza de todas las naciones, el verdadero ascenso de Marseille a la fama comenzó cuando adquirió su vista de tirador durante sus primeros días en Africa. Hoy, numerosos ases admiten francamente que, en cierto momento, al que la mayoría de ellos pueden ubicar con bastante exactitud, sus capacidades de tiradores aéreos experimentan una súbita y dramática mejoría. Con frecuencia, este momento llega solamente después de un largo período de desempeño mediocre y frustrante.

Cuando Marseille adquirió su ojo de tirador, se convirtió en uno de los más notables en la historia de los combates aéreos. Fantástico en su exactitud, mortal en su aplicación, elevó a Marseille al nivel de los inolvidables.

El era, en efecto, una computadora humana. En un abrir y cerrar de ojos, y mientras se movía en tres dimensiones, era capaz de determinar el momento exacto para disparar y el punto preciso de los cielos en el cual apuntar, para provocar un encuentro letal entre sus balas y el avión enemigo, que también se movía en tres dimensiones. Nadie que lo haya visto en el aire olvidará jamás su mortal precisión.

Sin embargo. Marseille fue mucho más que un tirador superlativo. Desde sus vacilantes comienzos como piloto cadete, fue desarrollando una habilidad acrobática tan pronunciada que podía dejar pasmado con su forma de volar hasta a los ases alemanes veteranos. En este aspecto se parecía a Nishizawa, "el diablo" podía fascinar con su acrobacia hasta a los endurecidos ases de la famosa Ala Lae, en Nueva Guinea.

La colección de talentos de Marseille también incluía una vista de águila, absoluta ausencia de miedo y un espíritu agresivo en el aire que frecuentemente paralizaba a sus enemigos. Hablar de un "espíritu agresivo" puede parecer una abstracción. Pero los pilotos de combate saben que no es así.

Para el profano que no vuela, un espíritu agresivo en el aire puede compararse adecuadamente con la determinación y temeridad a veces aterrorizadoras del "loco del camino", ese tipo de conductor que se abre paso a la fuerza den medio del tráfico y que impone su voluntad a los demás por la forma decidida y agresiva en que conduce su automóvil. Tanto la agresividad como la timidez resaltan más en el aire que en la ruta, pero la analogía es adecuada.

En combate, era como si la puntería y el fuego de los cañones de Marseille estuvieran bajo el control de una fuerza sobrenatural. La precisión con que enviaba proyectiles y balas a su blanco desde ángulos casi increíbles, sólo era superada por el daño que infligían sus certeros impactos. Los que volaban con él y los técnicos que atendían su avión en Africa del Norte afirman que a menudo aterrizaba habiendo gastado menos de la mitad de sus municiones. ¡Y esto después de misiones en las que había logrado hasta seis victorias!

Para los escépticos, aquí está la experiencia del mayor Günther Rall (ahora teniente general Rall). Con 275 victorias en la Segunda Guerra Mundial, Rall es el as número tres de Alemania y del mundo. Durante la guerra pasó un período en el estado mayor de Galland, cuando eran evaluados los exhaustivos informes del piloto de combate alemán: los informes de combate de tiempos de guerra del piloto de caza de la Luftwaffe eran sumamente detallados. Todos las noches había que encargarse de esa tarea. Testigos, testigos en el aire, testigos en tierra, la versión propia del combate, el tipo de avión del enemigo, la clase de munición que uno había disparado, el armamento del avión y la cantidad de proyectiles. Estos informes eran una molestia para nosotros, pero cuando estuve en el Estado Mayor de Galland comprendí lo valiosos que podían resultar algunas veces.

"Comprobamos que Marseille necesitaba un promedio de sólo quince balas por victoria, lo cual es tremendo. Ningún otro piloto de caza se le acercaba ni remotamente en este aspecto, Marseille era un verdadero tipo, un excelente piloto y un brillante tirador. Creo que fue el mejor tirador de la Luftwaffe".

Al enfrentar a formaciones británicas sobre el desierto, Marseille carecía completamente de miedo. Su técnica era lanzarse contra el enemigo a fin de que la furia de su arremetida produjera confusión e incertidumbre entre los pilotos ingleses. Después de separar de la formación enemiga a un piloto obviamente asustado, Marseille lo derribaba con una de sus cortas y mortales ráfagas y enseguida volvía a lanzarse contra el enemigo. Su compañero de ala de mucho tiempo, Reiner Poettgen, recuerda lo difícil que era seguir al escurridizo berlinés.

Confirmar y fijar adecuadamente la posición de las múltiples victorias del as era una tarea abrumadora para cualquier compañero de ala. A esta carga añadíase la espeluznante acrobacia de Marseille y la tremenda responsabilidad de cuidar la cola del as y mantenerla libre de cazas enemigos. Era difícil colar con él.

En su táctica de combate, Marseille violaba frecuentemente uno de los principios clásicos de la guerra aérea: que el combate debe ser librado a toda potencia. Poettgen, su compañero de ala y otros que volaron con el as, dicen que él frecuentemente desaceleraba su Me – 109 casi hasta nada y que hasta usaba sus flaps para cerrar sus giros y así ubicarse en posición de fuego debajo de su enemigo (*). Desde allí podía incrustar en la barriga del otro avión una ráfaga rápida y mortal. Después abría otra vez completamente el acelerador y se lanzaba en pos de otro enemigo.

La tarea de los pilotos de cazas alemanes en el norte de Africa no era fácil. Mes tras mes seguía la asesina guerra de desgaste, con la superioridad aérea aliada en continuo aumento. Pese a su pasión por el combate y a su extremada juventud, Marseille empezó a mostrar los efectos de la tensión de esas agotadoras semanas en el aire. Sus facciones delgadas se afinaron notablemente y adquirió una expresión cansada y demacrada a medida que el continuo combate se cobraba su precio.

En alto grado lo sostenía su actitud bohemia y heterodoxa, postura que su meteórica ascensión al status de héroe no modificó. Empero, su nueva y prestigiosa posición le permitía darse ciertos gustos.

Su alojamiento, salvo por las paredes de lona de tienda, parecía haber sido transportado tal como estaba desde París. Sofás hechos con bolsas de arena forradas con lona, cajas y cajones de abastecimientos a manera de mesa y sillas: no había formalidad. Oficiales alemanes e italianos de alto rango eran sus huéspedes frecuentes y se encontraban codo a codo con los compañeros de escuadrilla de Marseille. Haber "visitado a Marseille" se convirtió en una especie de símbolo de status entre los oficiales del eje.

La atmósfera de café en el alojamiento de Marseille se completaba con la instalación de un bar improvisado. Bien provisto, para envidia de las visitas, el bar era atendido por Matthias, un negro de Transvaal. Así, fervientes defensores de las teorías raciales Hitler, cuando visitaban a Marseille tenían que tolerar el color de Matthias a fin de tener derecho a la fabulosa hospitalidad del anfitrión.

En 1942 Marseille recibió a un distinguido visitante de Alemania, el general de los cazas, Adolf Galland, quien recuerda de esta manera el acontecimiento: "poco después que me nombraron general de los cazas hice una visita a la JG-27 en Africa del Norte, cuyo comandante era Eduard Neumann. Marseille era uno de los jefes de escuadrilla.

El aeródromo estaba ubicado sobre una colina y la escuadrilla alojábase en un pequeño valle, no lejos de allí. Cuando nos acercábamos en un jeep al lugar donde acampaba la escuadrilla de Marseille, empezamos a ver pequeños letreros clavados el los árboles o colgados de arbustos, que señalaban el camino hacia "la mejor escuadrilla de cazas del mundo". Eran todos humorísticos o semihumorísticos, pero revelaban la alta moral de la unidad de Marseille.

El me saludó con gracia y entusiasmo y poco después sentí todo el impacto de su simpatía y reconocí su natural inclinación al liderazgo. Hablamos hasta bien entrada la noche. Le dije que necesitaba cumplir con una vital función corporal antes de tomar una última copa e irme a dormir.

Marseille sacó inmediatamente una pequeña pala y dijo: - Camine sesenta pasos directamente desde la tienda, después gire y haga veinte pasos más, y use la pala, señor. Seguí obedeciendo sus instrucciones.

A la mañana siguiente, al despertarme, salí de mi tienda para usar nuevamente la pala. Quedé atónito al encontrarme con que ahora el camino estaba indicados por letreros. Un último letrero tenía una gran flecha apuntada hacia abajo y decía: "en este lugar, el 22 de Septiembre de 1942, el general del arma de caza satisfizo una necesidad natural"

Marseille era el completo reverso del héroe militar alemán clásico. En el aire era un buen camarada y en tierra un compañero alegre y romántico. Hasta cuando era inminente su propio fin, todavía se mostraba ansioso de vivir la vida plenamente, sin que disminuyera su alegría. En toda la campaña de Africa del norte no hubo otro como él en las fuerzas del eje.

Su carrera llegó a su cenit el 1 de septiembre de 1942, durante la intensa actividad aérea en la batalla de Alam El Halfa, llamada a veces la "Stalingrado del desierto". Fue un cruel golpe del destino para la familia Marseille que el padre de Hans Joachim, un general de infantería, muriese en Stalingrado mientras su heroico hijo añadía nuevos laureles a la tradición militar de la familia.

La crónica del día de combate más notable de Marseille puede relatarse mejor citando un documento alemán contemporáneo. El libro Die Wehrmacht (las fuerzas armadas) fue publicado por el alto mando alemán en 1942. Este relato tiene un sentido de proximidad y registra fielmente algunos de los sentimientos de aquella época en el lado alemán:

Un solo hombre libra una batalla

El día más grande en la vida del capitán Marseille

Las hazañas de la Luftwaffe en la campaña de Africa del Norte requerirán algún día una página especial cuando se escriba la historia de esta guerra. Igualan en grandeza a las proezas de los hombres que luchan en tierra. Pero sin la Luftwaffe – los pilotos de caza, los pilotos de bombarderos, los pilotos de reconocimiento local y de gran radio, los aviadores de los transportes – mucho, si no todo lo que fue logrado por los hombres de Rommel y los soldados de Italia habría sido impensable.

Debemos considerar que ellos se encuentran en un terreno muy diferente y en un clima desacostumbrado. Hay que añadir el apoyo indirecto a los soldados del Eje que luchan en las arenas y rocas desiertas de Libia, o sea, la lucha contra convoyes del Mediterráneo que abastecen al enemigo de municiones, material y provisiones; o la neutralización de Malta, la isla portaaviones desde la cual los aviones tácticos amenazaban con perturbar y desbaratar el sistema de abastecimiento alemán e italiano.

Más abajo, el corresponsal de guerra primer teniente Fritz Dettman nos cuenta acerca de uno de ellos, el más exitosos, capitán Hans Joachim Marseille, comandante de escuadrilla en el ala de caza. El dio su vida por Alemania después de 158 victorias aéreas. Sólo se describirá un único día en la vida de este aviador: el 1 de septiembre de 1942, cuando Marseille logró abatir, él solo, diecisiete aviones enemigos, hazaña sin paralelos en la corta historia de la guerra aérea y que probablemente no será igualada en mucho tiempo.

En las páginas siguientes se comenta apreciativamente este hecho y debe decirse que, aunque nadie ha igualado esta proeza, la misma es típica del espíritu prevaleciente en la Luftwaffe. La Luftwaffe tiene que luchar en condiciones que, como las del norte de Africa, exigen una entrega total de cada individuo.

Tenemos ante nosotros un documento oficial que es un silencioso testimonio de la mayor proeza de un piloto de caza en esta guerra hasta la fecha. El documento refiere, en términos desapasionados, la actividad de una escuadrilla del 1 de septiembre de 1942, cuando Hans Joachim Marseille, de veintidós años, despegó tres veces y destruyo diecisiete enemigos ingleses y norteamericanos, todos ellos en aviones de cazas. Hojeamos el documento y sólo nos lleva unos pocos minutos sentir el impacto del texto. He aquí el caso de un solo hombre librando una batalla, un soldado en el cielo sobre el Alamein, que voló en medio de enjambres enemigos como un Marte alado.

Cuando el capitán Marseille, entonces todavía primer teniente, se dirigió hacia su avión a las 7,30 del primero de septiembre, nada indicaba que ése sería un día especial. Marseille hacia días que se mostraba lleno de energías; el tiempo estaba despejado, como siempre en Africa del norte. A la mañana temprano el sol brillaba con un calor casi incómodo y sólo soplaba una brisa ligera desde el mar.

La escuadrilla tenía orden de proporcionar escolta a una misión de Stukas que se dirigía a un blanco al sur de Imayid. A las 7,50 la escuadrilla se reunió con la unidad Stuka, no lejos del aeródromo. Los aviones partieron hacia el este en el claro cielo azul del área de combate.

Cerca del blanco ascendieron a tres mil quinientos metros, cuando el jefe informó por radio que se acercaban aviones enemigos. Contó diez aviones, pequeños puntos que se aproximaban rápidamente. Cuando estuvieron cerca del blanco, los Stukas se prepararon a atacar.

Marseille se elevó en una cerrada curva hacia la derecha. Entonces, los demás lo oyeron decir: --¡Estoy atacando!

Tres segundo más tarde su compañero de ala vio que el comandante de escuadrilla giraba hacia la izquierda para colocarse detrás de la cola de un caza Curtiss de la formación que ahora se estaba alejando. Disparó desde una distancia de cien metros.

Como si un puño lo hubiera aferrado y retorcido en su rápido vuelo, el avión enemigo se inclinó sobre su ala izquierda y se precipitó casi verticalmente a tierra, como si fuera una roca. Al hacer impacto estalló en llamas. El piloto no pudo salvarse. El compañero de ala de Marseille miró su reloj cuando el hongo de humo se elevó desde abajo. Eran las 8,20. Después verificó la sección del mapa: 18 Km al SSE de Imayid.

El compañero de ala no tuvo que buscar mucho a su jefe. Inmediatamente después del primer ataque, Marseille cambió de su giro a la izquierda desde el Curtiss que había derribado hacia el siguiente. Dos kilómetros más al este caía un avión, dejando una estela negra. Eran las 8,30. Las llamas del segundo incendio se elevaron a sólo unos centenares de metros del avión destruido dos minutos más antes. Esta vez, también las balas hicieron impacto directo en la cabina.

Para entonces, los Stukas habían arrojado sus bombas. Los camaradas ya habían emprendido el regreso y volaban a baja altura, aproximadamente cien metros. La escuadrilla, que mientras tanto había girado al norte y ahora, volando bajo, trataba de acercarse a los bombarderos en picados alemanes.

A las 8,33, cuando el aparato enemigo se disponía a atacar, se dio la oportunidad para el capitán. Hizo un giro cerrado a la izquierda y su ráfaga de balas dio en el blanco con precisión milimétrica. A unos pocos centenares de metros más abajo la superficie de la tierra iluminóse súbitamente como un relámpago gigantesco y el fuego consumió hombre y avión. Esto fue un kilómetro al SE de Imayid.

Justamente cuando la escuadrilla deseaba alejarse hacia el oeste, el grito de "¡Spitfire!" Atronó por la radio. Las otras tripulaciones ya iban al frente con los Stukas. Solo con su compañero de ala, Marseille parecía vulnerable a los seis aviones enemigos que se lanzaban sobre él verticalmente, en formación cerrada. Pero Marseille supo cuál era el momento adecuado para actuar. Aguardó ese momento perfecto. Se elevó hacia atrás y hacia la izquierda, observó el avión enemigo guía que se había separado del resto y se acercó casi a distancia de fuego.

Podía ver claramente las bocas del cañón y las ametralladoras. Pero como decía él, "mientras mire directamente a las bocas de los cañones, nada puede sucederme". Brotaron llamas de los cañones y las finas y sedosas estelas de humo quedaron flotando en el aire, el Inglés, disparando constantemente, se había acercado a unos 150 metros del joven capitán. En ese momento, Marseille hizo súbitamente un giro cerrado a la izquierda. Los spitfires pasaron rugiendo bajo Marseille y su compañero de ala. Esta era su oportunidad.

Ahora los alemanes podían invertir las coas aprovechándose del gran radio de giro que tenían que hacer los ingleses para ponerse nuevamente en posición de atacar. Marseille calculó correctamente. Viró a la derecha y en segundos estuvo ochenta metros atrás del último inglés, disparó y acertó. El enemigo cayó a tierra dejando una estela de humo negro. Tampoco esta vez el piloto derrotado tuvo tiempo de abrir su cabina y saltar.

Eran las 8,39 y los restos del Spitfire estrellado quedaron ardiendo a 20 Km al ESE de El Imayid.

A la 9,l4 la escuadrilla de Marseille aterrizó. Los mecánicos de vuelo y los encargados del armamento se acercaron y felicitaron al jefe, aunque sin demasiada excitación, porque no era desusado que Marseille derribara cuatro adversarios en una misión. El armero reemplazó las cintas de munición. Los mecánicos de vuelo ya se ocupaban del motor. Los mecánicos de radio y los electricistas revisaban los circuitos. Cuando el armero volvió a llenar la cinta de munición, comprobó que el jefe había gastado veinte proyectiles de cañón y sesenta de balas de ametralladora. Eso tampoco era algo especial. Era el consumo normal de munición en Marseille.

Alam El Halfa no es una ciudad ni un campamento. Es un punto en el desierto, treinta o cuarenta kilómetros al sudeste de la costa, con unas pocas chozas nativas azotadas por el viento. Aquí, apenas dos horas después, Marseille iba a obtener su triunfo más grande.

Nuevamente se ordenó a su escuadrilla escoltar un ataque de Stukas en esa zona. A la 10,20 el jefe despegó. Justo antes del objetivo de los Stukas, a sólo ocho o diez kilómetros al sur de su posición, Marseille avistó súbitamente dos formaciones de bombarderos británicos – quince o dieciocho aviones en cada una – y dos formaciones de cazas escoltas, cada una con veinticinco a treinta aviones.

La superioridad numérica de sus enemigos nunca impresionaba a Marseille. Estaba familiarizado con la superioridad numérica británica desde antes de llegar a Africa. Marseille sabía que no es el número de aviones lo que decide el resultado sino el hombre mejor. Ahora esperó unos momentos hasta que vio lo que estaba anticipando.

Una escuadrilla de los cazas escoltas británicos con ocho Curtiss P-36 (**) se separó de su tarea de escolta y salió en pos de los Stukas. Marseille y su compañero de ala los encontraron a mitad de camino. Los ingleses vieron lo que se venía. Viraron y formaron un círculo defensivo. Esta medida táctica normalmente hubiera bastado, pero no con Marseille.

Ajustando su velocidad, súbitamente estuvo en el centro del tiovivo enemigo y derribó un Curtiss desde cincuenta metros luego de un violento giro a la izquierda. Medio minuto después, el segundo enemigo caía con casi la misma maniobra. Abruptamente, los aviones que habían mantenido el circulo defensivo se dispersaron. Su jefe había perdido el coraje.

Los cazas británicos restantes se dividieron en parejas y giraron hacia el noroeste. Dos minutos más tarde, Marseille se había acercado otra vez a menos de cinco metros. Un tercer avión se precipitó a tierra. Los otros cinco Curtiss viraron hacia el este y adoptaron nuevamente la formación cerrada. Marseille salió en pos de sus enemigos.

Cuando ellos tomaron rumbo un rumbo noroeste hacia el Mediterráneo en un descenso gradual desde tres mil quinientos metros, sólo quedaban cuatro. Dos minutos después, a las 11,01, caía el quinto P-36. Impactos directos del cañón de Marseille hicieron estallar el aparato británico en el aire. El sexto caza cayó a las 11,02 cuando el tenaz Marseille, desde un giro hacia arriba y a la izquierda, ametralló al avión restante.

Mientras tanto, los combatientes habían tomado rumbo al este. La formación de dos aviones de Marseille volaba unida y ascendiendo cuando abajo aparecieron más cazas que volaban hacia el este. No vieron a los alemanes. Marseille, volando recto, se lanzó hacia ellos como una flecha, tomándolos desde atrás y a la derecha. Bajo el impacto de los cañones de Marseille, estalló el fuselaje de un Curtiss.

Ahora el joven capitán llevó sus dos aviones hacia el norte para regresar al aeródromo. Nuevamente apareció un Curtiss pocos metros mas abajo, volando hacia el este con una estela de humo blanco. Marseille atacó inmediatamente, disparando desde una distancia de ochenta metros, y vio desintegrase el fuselaje y la cola. El fuselaje cayó en barrena y cuando pasó el avión, el vencedor pudo ver al piloto muerto en el asiento.

Ocho aviones enemigos habían sido abatidos por sus disparos. Marseille había salido victorioso contra toda una escuadrilla en una batalla aérea de diez minutos. Hasta que no pongamos una al lado de otra las horas de cada victoria no obtendremos una imagen clara de esta sorprendente proeza: 10,55; 10,56: 10,58; 10,59; 11,01; 11,02; 11,03; 11,05.

Media hora más tarde Marseille aparecía en el cuartel de operaciones de la escuadrilla. Había llegado el mariscal de campo Kesselring. Marseille informó del regreso de su escuadrilla de su misión, con doce victorias.


¿ cuántas de esas doce fueron suyas? – Preguntó el mariscal.


¡Doce, señor!

El mariscal estrechó la mano del joven oficial, tomó una silla y sentóse sin decir palabra.

Ahora el día habíase puesto caluroso y opresivo. Cualquier otro hubiera considerado completa la jornada. Marseille también, quizás, en algún otro día. Pero en este día se sentía lleno de energías, con fuerzas suficientes, para volver a volar. Aguardó la próxima misión en el refugio antiaéreo de su escuadrilla. Pero cuando llegó la hora de despegar. A las 13,58, debió quedarse. Su avión tenía un neumático desinflado.

Eran casi las 17,00 cuando despegó nuevamente con su escuadrilla en su tercera misión.

Una vez más los cazas escoltarían bombarderos, esta vez Ju-88, a Imayid. Lo que ahora sucedió fue similar a la acción de la mañana.

Una formación de quince Curtiss P-40 trató de atacar a los Ju-88 cuando los grandes bombarderos se lanzaban en picado sobre su blanco. Marseille se introdujo entre los cazas británicos con su escuadrilla y dispersó a la formación enemiga. El combate que siguió duró seis minutos. En ese tiempo, a alturas entre mil quinientos y cien metros, Marseille derribó cinco aviones ingleses.

Los primeros cuatro cayeron a intervalos exactos de un minuto entre las 17,45 y las 17,50. El quinto fue derribado a las 17.53. los sitios de las victorias fueron 7 Km al sur, 8 Km al sudeste, 6 Km al sudeste, 9Km al sudsudoeste y 7 Km al sudsudoeste de Imayid.

Con un total d diecisiete victorias en un día (dieciséis fueron comunicadas en el informe de la Wehrmacht porque una no fue confirmada hasta doce horas más tarde por la declaración de un testigo), el capitán Marseille estableció algo que no admite comparación. Una hazaña de grandeza singular, una victoria magnífica enaltecida por la falta de bajas en la escuadrilla. En un día lleno de lucha, no perdieron ningún hombre ni avión.

***

La proeza de Marseille fue superada por un único piloto. El mayor Emil Lang, volando en el frente ruso, obtuvo dieciocho victorias confirmadas en un día. Contra la RAF, la hazaña de Marseille es récord de todos los tiempos.

Esta tremenda cosecha de aviones ingleses ha sido, desde el fin de la guerra, tema de muchos comentarios escépticos. En 1964 los autores investigaron exhaustivamente en Alemania los archivos alemanes sobre el acontecimiento, como parte de una prolongada y completa revisión de las victorias aéreas reclamada por los alemanes.

El registro de victorias fue realizado con exactitud, tal como indica el relato de Die Wehrmacht. La atribución de victorias fue precisa y meticulosa. Evidencias de esta clase deberían zanjar la cuestión del gran día de Marseille a favor del sorprendente as de Berlín.

Después de este deslumbrante primer día de septiembre, el joven piloto alemán vivió el último mes de vida con un brillo salvaje.

En las cuatro semanas siguientes añadió cuarenta y cuatro victorias más, llegando así al total de sesenta y una victorias en un mes. La enjoyada condecoración tuvo que ser hecha por pedido especial del Führer. Hitler había decidido entregarla personalmente a Marseille en una ceremonia de características especiales a realizarse es mismo año. Estos planes jamás se materializaron debido a la muerte del as. Hasta donde pudieron determinar los autores, sus Diamantes jamás fueron entregados a la familia.

Con esta cuatro fieras semanas de septiembre detrás y con la distinción adicional de ser el capitán más joven de la Luftwaffe, Marseille trepó a su "Amarillo 14" para un vuelo sobre el área de El Cairo. El avión era un Me-109. El Afrika Korps había llegado a sus límites en tierra y aguardaba el inevitable ataque aliado en El Alamein. La JG-27 trataba de mantenerse agresiva en el aire.

El avión de Marseille había sido modificado especialmente para lograr un mayor rendimiento y con este margen adicional de potencia el joven as esperaba obtener más victorias. Esta vez ningún caza de la RAF acudió al desafío. El día 30 de septiembre de 1942 parecía un día vacío para el agresivo y joven capitán alemán. Marseille, desilusionado y reticente, dio media vuelta y emprendió el regreso a su base.

A las 11,35 los pilotos compañeros de Marseille advirtieron una estela de humo negro que dejaba su aparato. Simultáneamente, encendióse el transmisor de radio de Marseille:


Hay humo en mi cabina- dijo, terminando su mensaje con un acceso de tos.

El humo empezó a surgir más espeso. Marseille abrió la escotilla de la cabina hacia un costado. Brotaron negras y densas nubes de humo.

Dentro de la cabina podía verse a Marseille retorciéndose en su asiento y agitando frenéticamente su cabeza de lado a lado. Tenía la cara completamente blanca. Parecía que estaba perdiendo el control. Sus alarmados compañeros de escuadrilla trataron de guiarlo, de darle indicaciones por radio.


No veo... No puedo ver- fue la terrible respuesta.

Al este del El Alamein, el control de tierra alemán escuchaba con creciente consternación las conversaciones radiales de Marseille y sus pilotos. El coronel Eduard Neumann, Kommodore de la JG-27, llegó al control de tierra en medio de estas crípticas indicaciones de tragedia. Neumann tomó el micrófono y trató de averiguar la naturaleza del problema de Marseille, dirigiendo sus preguntas a "Amarillo 14".

Marseille ignoró estas indicaciones. Probablemente contaba con que podría llevar de alguna manera a su dañado caza a territorio alemán. Ser tomado prisionero por el ejército enemigo habría sido un desafortunado final para la carrera de la "estrella de Africa". Probablemente pensó en eso.

Cualquiera que haya sido la razón, Marseille decidió permanecer en su aparato y ello le costó la vida.

El sofocado Marseille inclinó su avión para deshacerse de la tapa de la cabina que cayó girando y brillando entre el humo. Ahora el esbelto muchacho de Berlín [trató] de salir, pero sin la tapa, la corriente de aire manteníalo pegado al asiento. Debió estar debilitado por su principio de asfixia.

En un picado a casi 600 kilómetros por hora, su Me-109 sería su ataúd si no podía liberarse. Mientras sus angustiados camaradas observaban, la esbelta silueta de Marseille salió gradualmente de su cabina. El grito de alegría que surgió en las gargantas de sus camaradas cuando el as por fin se liberó fue ahogado por un súbito shock. El cuerpo de Marseille estrellóse contra el plano de cola del avión. Cayó dando vueltas al desierto, como un lío de trapos. Sus camaradas, que esperaban ver abrirse el blanco salvavidas de su paracaídas, aguardaron en vano.

El cuerpo de la insuperada y joven águila fue hallado a siete kilómetros al sur de Sidi Abdel Raman, una blanca tumba en el desierto usada como referencia por aviadores de ambos bandos. Fue sepultado donde cayó. Un pequeño monumento erigido en el desierto señala el sitio de descanso definitivo de la "estrella de Africa". Le faltaban dos mese escasos para cumplir veintitrés años.

Es el as de caza alemán número veintisiete por la cantidad de sus victorias aéreas. En un aspecto especial los supera a todos, incluido von Rirchthofen de la Primera Guerra Mundial. Hans Joachim Marseille derribó más aviones británicos que cualquier otro piloto de caza alemán que vivió jamás.

El general Adolf Galland acuño el nombre de "virtuoso de los pilotos de caza" para Marseille, raro tributo del hombre que dirigió personalmente a los ases más grandes de Alemania. Sin embargo, debe señalarse que Marseille encontró su camino a la inmortalidad tanto por sus cualidades personales como por sus victorias y habilidades para el combate. Sin su distintiva personalidad, sería tan desconocido como otros quince o veinte ases alemanes que derribaron más enemigos que él.

Marseille fue un anacronismo. Fue un caballero nacido unos siglos demasiado tarde, un "beatnik" nacido quince años demasiado pronto. Fue suficientemente humano para detestar la disciplina militar y exhibir muchos atributos de un pobre soldado, en el sentido clásico. Estos rasgos, contrastando marcadamente con sus dotes para el combate aéreo, han hecho que él sea visto, en retrospectiva, quizás un poco más humano y un poco más comprensible que muchos de sus contemporáneos alemanes.

(*) Una maniobra similar costó la vida al as norteamericano número dos en un combate durante la Segunda Guerra Mundial. El mayor Thomas B. McGuire (38 victorias), en un intento de hacer impacto en un avión japonés, giró en forma demasiado cerrada y su P-38 entró en barrena a baja altura.

(**) Los aviones que en este artículo de guerra se mencionan como P-36 eran, probablemente, P-40.